Psicóloga Clínica Especialista en Adultos
Maestría en Psicología Clínica y de la Salud por el IEXPRO
Activación conductual, Duelo por perdidas y Solución de problemas..
Dicha película nos sitúa dentro de la narrativa de una historia conmovedora en la que los dos personajes principales vivirán los contrastes entre la felicidad y el dolor emocional que pueden conllevar las relaciones, los vínculos y las separaciones.
Resulta interesante apreciar que, pese a que en dicha historia los personajes son un perro y un robot, se logra interpelar a las relaciones humanas, evidenciando principalmente que en nuestras relaciones con las demás personas, solemos vivir los retos y dificultades que a su vez estos personajes vivieron.
Se muestran en la historia varias situaciones que de forma común aquejan al ser humano actual, por ejemplo, todo comienza dentro de una escena en que se observa la vida de Dog, quien lleva una vida en soledad, dentro de una rutina monótona y su semblante refleja un claro desánimo. En muchas ocasiones podemos encontrarnos en situaciones así, en las que la vida que llevamos se siente “vacía”, como si le faltara “algo”, quizá un sentido, un propósito o al menos alguna motivación. En este caso, Dog descubrió que lo que deseaba en su vida era “compañía” o quizá afecto, por ello consiguió y “construyó” al Robot que más adelante se convertiría en su compañero.
A raíz de que Dog comienza a compartir experiencias con Robot, pareciera que su vida cambia, se le mira con otro semblante y comienza a construirse un vínculo afectivo entre ambos. De alguna manera podríamos decir que Robot llegó a cubrir necesidades sociales y afectivas que Dog tenía, lo cual contribuyó al bienestar de Dog. Durante la parte inicial de la película se muestra casi de forma idílica la relación entre ambos, viviendo y compartiendo momentos desde sentimientos como la felicidad, la tranquilidad y el amor. Es quizá el punto en el que a todos nos gustaría que nuestras relaciones se quedaran de forma permanente, dentro de una estabilidad y bienestar inmutable.
Sin embargo, la historia cobra realismo y comienza a sensibilizarnos en mayor medida cuando de forma inesperada hay un cambio drástico en la historia, ambos personajes deben separarse, quizá por una situación inesperada, quizá un descuido que se pudo prevenir, o quizá por muchos factores sociales y contextuales que jugaron en contra para que pudieran continuar juntos. Esto se plasma en la película como ese tipo de vivencias angustiantes que podemos tener cuando sucede algo que parece salirse totalmente de nuestro control, pareciera que es algo frente a lo que “no puedes hacer nada” más que sólo “resignarte” o “soltar”.
Entonces ahí podemos cuestionarnos… ¿cuál será la mejor manera de practicar el desapego? Por un lado, Dog, se dedica a continuar con su vida, busca mantenerse ocupado y disfrutando actividades, conociendo y relacionándose con nuevos personajes, en cambio Robot, su situación no le permitió lo mismo, él se mantuvo en un estado más contemplativo, en el que sólo “soñaba” con diferentes escenarios que podrían ocurrir, imaginaba volver a estar con Dog, y otros tantos escenarios que le generaban angustia y dolor, mientras que él físicamente en la realidad se iba deteriorando, y es hasta que de forma fortuita llega un nuevo personaje a la vida de Robot a “reconstruirlo”.
Aunque todo esto resulta finalmente en que ambos logran aceptar la situación, gestionar sus emociones y continuar cada uno con sus vidas, lo interesante es observar la forma en que las relaciones con otros impactan en nuestras vidas. Definitivamente es una historia que muestra el valor trascendental de las relaciones humanas, y el cómo la participación de cada persona en nuestras vidas “deja memorias invaluables, aprendizajes y sin duda, nunca somos los mismos antes y después de nuestras relaciones.
Por supuesto, y de forma natural, en nuestro camino encontraremos personajes que cubren diversos papeles, unos que nos nutren, que nos sanan, otros que nos acompañan sólo por breve tiempo y otras que podría parecer que lo único que hacen es “lastimarnos o dañarnos”. Y es ahí donde en la modernidad, pareciera que va en aumento un acentuado miedo por vincularnos, por apegarnos, incluso por “arriesgarnos a sentir algo por alguien”, y salir muy heridos emocionalmente de las relaciones. Pero como decía el filósofo griego Epicteto “no son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir sino lo que nosotros pensamos de esas cosas”. Es decir, no es lo que la otras personas hacen, ni los cambios que pueda haber con el tiempo lo que puede lastimarnos, sino que somos nosotros mismos quienes desde nuestras expectativas y deseos sufrimos.
Quizá otro mensaje al que invita la película es a disfrutar y vivir plenamente el momento y nuestras relaciones presentes, aceptar la duración de las relaciones pero sin caer en extremos como el apego desmedido, o la frialdad e insensibilidad absoluta de sólo “cambiar de persona a persona como si fuéramos seres “desechables”, aceptar que todos podemos ser reemplazados en la vida de otros por alguien más, pero nuestro valor como individuos nos hace ser seres únicos e irrepetibles, aceptar que cada persona cumplirá un propósito en nuestra vida pero ese propósito quizá no sea tal cual como nuestras expectativas lo hayan podido imaginar, recordar desde el agradecimiento las experiencias compartidas con personas que ahora pertenecen a nuestro pasado, y tener una mirada abierta al futuro.
Y por último, el mensaje para “sanar y continuar adelante” después de una relación, podría ser reflexionar que el hecho de “cerrarnos” a experiencias y relaciones nuevas por miedo a sufrir también nos hace cerrarnos a la posibilidad de crecer y sanar. Entonces, agradezcamos lo vivido, pero vivamos abiertos a lo nuevo.
Este articulo fue escrito por nuestro Psicologa Albertina Zepeda
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