Muchas parejas –aunque no todas necesariamente- consideran que el casarse, vivir juntos o formalizar de algún modo u otro la relación es un paso necesario para “lo que sigue”, para formar una familia. Sin embargo aunque existe toda una idealización romántica de este hecho, la realidad es que implica cientos de retos a lo largo de la crianza. Estos retos se viven por lo regular como dificultades que pueden generar desacuerdos y conflictos que si no son bien manejados pueden afectar la relación de pareja por más sólida que ésta sea.
Los hijos demandan cuidados que implican muchas veces desvelos, gastos extras, medicinas y ajustes de toda índole. Por eso, con frecuencia la pareja se enfoca completamente en el bebé y se olvida de su propia relación. Esto mismo puede llegar a afectar la comunicación, los momentos de esparcimiento y de intimidad.
En la actualidad, en pleno siglo XXI, algunas parejas asumen roles tradicionales en cuanto a la crianza, en sí esto no es un problema cuando es de mutuo acuerdo y ambos se sienten satisfechos (tal vez el problema más importante sea en relación a los hijos y a qué tanto éstos conviven con el miembro que trabaje y pase demasiado tiempo fuera) Sin embargo en términos de la pareja, cuando estos roles no nos satisfacen del todo, posiblemente se generen conflictos al no compartir las responsabilidades en cuanto a los hijos. Por tal motivo se recomienda asumir responsabilidades mutuas y acordadas para con los hijos, en cuanto a la disciplina, el cuidado, la educación, la crianza e incluso aspectos económicos.
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