Familia hiperprotectora: el amor que limita

Las formas de relación afectiva, social y familiar se han modificado en los últimos años, con grandes beneficios en múltiples variables: cada vez resulta menos frecuente y muchísimo más rechazada la violencia dentro de las relaciones afectivas, por hablar de un cambio de percepción y de comportamiento verdaderamente favorables respecto al respeto entre los individuos y personas sin importar su género. Los estilos de crianza también han evolucionado. Es común escuchar historias en las que nuestros mayores nos explican cómo eran sometidos a actos correctivos por parte de sus padres que serían ahora perseguidos por las autoridades, pero que en su momento constituían más la regla que la excepción.

En la sociedad actual, la forma de relación entre padres e hijos tiende más a la hiperprotección de los primeros a los segundos, con el paradójico resultado del aumento de las problemáticas en la adolescencia. “Con la mejor de las intenciones se obtienen, la mayoría de las veces, los peores resultados”, como afirmaba Oscar Wilde.

El exceso de protección y la expresión excesiva de un amor incondicional, aunado a la nula exigencia de responsabilidades de muchos padres y madres han derivado en una actitud tiránica, exigente, rebelde, agresiva de sus hijos adolescentes. En muchos casos, la situación a llevado a que los padres tengan miedo de sus hijos.

El exceso y la rigidez en la dinámica de protección de los padres y la posición de privilegio de los hijos adolescentes genera una complementariedad patológica. Esta relación retrasa e incluso llega a bloquear el recorrido natural del joven en el proceso de volverse autónomo e independiente, y lo incapacita para volverse un individuo responsable y útil social y personalmente.

Esta actitud de los padres puede deberse a una serie de ideas, mitos y posiciones ideológicas que tienden a presentar una imagen de la realidad extremadamente peligrosa, no controlable, que debe ser alejada de sus hijos, generando un entorno seguro, que les permita crecer protegidos y felices. Se llega a pensar que, para no frustrar la imaginación, la ingenuidad y la creatividad se tienen que evitar los límites, las reglas y los castigos. Incluso se imaginan escenarios catastróficos, donde la frustración que les pueda generar la imposición de su autoridad llevará inevitablemente al desarrollo de trastornos psicológicos. Nada más alejado de la realidad. Es a través de la experiencia, de las acciones y los efectos como los niños y los jóvenes conocen el mundo y se adaptan a él. 

Otro error es creer que son los padres quienes tienen que reforzar la estima del o la joven, insistiendo exageradamente en las habilidades y capacidades “extraordinarias” con las que cuenta. Pero estas palabras, que pretenden mejorar la autoestima de los hijos, si no se corresponden con verdaderas conquistas personales basadas en el intento, el fracaso y la superación de los retos, se convierten sólo en palabras huecas, que llevarán a la pérdida de confianza no sólo en el joven mismo, sino en la honestidad de los padres.

Otro fenómeno creciente, de unas décadas para acá, se ve en el intento de los padres y madres de volverse “amigos” de sus hijos, ignorando que se trata de roles diferentes. Si se pierde la jerarquía de padre o madre, también se pierde la fiabilidad. No estamos negando o discutiendo la necesidad de la complicidad que se puede generar en la relación sana entre padres e hijos, pero llevada ésta al extremo, con la intención de mostrar lo “genial” de ese padre o madre, lleva a más problemas que beneficios.

Las familias hiperprotectoras intentan sustituir a los jóvenes, hacen las cosas en su lugar, ayudarles y eliminan sus dificultades. Sin embargo, los estudios prospectivos, han demostrado que los miembros jóvenes de estas familias se encuentras más a menudo con trastornos de tipo ansioso, fóbico, obsesivo, depresivo y con trastornos alimentarios. Esta “protección” produce, con la mejor intención, los peores efectos:  jóvenes adultos inseguros e incapaces de asumir responsabilidades con plena autonomía. Como afirma el Dr. Nardone: el amor puede ser sofocante y la ayuda no pedida produce más daños que beneficios.

 

Heriberto Santana Aguilar

Basado del libro: Modelos de familia (2003, Editorial Herder) de Nardone, Giannoti y Rocchi.

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